Si eres una fanática del cuidado de la piel como nosotras, es posible que ya tengas tu rutina bien definida. Sin embargo, puede que aún tengas algunas preguntas por responder, como si hay una gran diferencia entre los protectores solares minerales y los químicos, o cuándo es el mejor momento para introducir el retinol en tu ritual de belleza. Algo tan sencillo como la forma de lavarse la cara también puede despertar muchas dudas, como por ejemplo si se debe utilizar agua fría o caliente para limpiar el rostro.
A la hora de lavarse la cara, la temperatura del agua puede marcar una gran diferencia. Sigue leyendo para descubrir cómo puede afectar a tu piel y conoce cuál es el mejor limpiador facial para incluir en tu rutina de skincare.
La limpieza facial es uno de los rituales diarios en nuestro día a día. Pero en lo que respecta a la temperatura del agua, el debate puede llegar a ser más acalorado que el sol. ¿Hay que subir la temperatura, ponerse agua helada o encontrar el equilibrio entre tibia y caliente? Hoy nos adentramos en la ciencia que hay detrás del lavado facial para ayudarte a conseguir ese brillo saludable que tanto deseas.
Agua caliente: ¿El mejor aliado de tu piel?
Aunque te dé la sensación de ser un auténtico lujo, el agua caliente es como un huésped demasiado efusivo: despoja a tu piel de sus aceites naturales y altera su delicado equilibrio. Esto puede provocar sequedad, irritación e incluso un aumento de la producción de grasa. Es como si elimináramos la barrera de hidratación de la piel, dejándola vulnerable a las agresiones medioambientales.
Independientemente de tu tipo de piel, evitar el uso de agua caliente para la limpieza es siempre una buena idea, pero es especialmente importante que las pieles secas y grasas presten atención a la temperatura del agua que utilizan. En el caso de las pieles secas, el agua caliente las deshidratará aún más, mientras que las pieles grasas pueden reaccionar al ser despojadas de sus aceites naturales produciendo aún más sebo, lo que les dará un aspecto excesivamente brillante o, lo que es peor, obstruirá los poros y provocará un brote indeseado.
Agua fría: Un chapuzón refrescante, pero que sea breve
El agua fría, como un refrescante baño matutino, despierta los sentidos y cierra los poros. Esto puede ayudar a minimizar la apariencia de hinchazón y tensar el aspecto de tu piel. En otras palabras: ¡bonjour, resplandor instantáneo!!
- Menos hinchazón
Ayuda a tensar los vasos sanguíneos de tu piel, reduciendo la apariencia de hinchazón.
- Minimiza las rojeces
Después de exfoliar o utilizar ingredientes activos, lavarse la cara con agua fría también puede calmar cualquier enrojecimiento o irritación que pueda aparecer.
- Calma la piel
El agua fría también puede ser calmante para determinadas afecciones cutáneas, como la rosácea o el acné.
Sin embargo, recuerda que, al igual que un chapuzón helado, no debes permanecer demasiado tiempo en ella. El agua fría también puede restringir el flujo sanguíneo, lo que puede reducir temporalmente el aporte de nutrientes a las células de la piel. Un remojón rápido al final de tu sesión de limpieza está muy bien, pero evita los encuentros prolongados con el frío.
Al final, el agua tibia se impone
Ah, agua tibia. Ni demasiado caliente ni demasiado fría, es perfecta para Ricitos de Oro y para tu rostro. Elimina eficazmente la suciedad, la grasa y las impurezas sin alterar la grasa natural de la piel. Piénsalo como un suave empujoncito que despierta tu piel sin agredirla. Además, ayuda al limpiador a hacer su magia abriendo ligeramente los poros, lo que le permite penetrar más profundamente y limpiar con mayor eficacia.
Domina el arte de la limpieza facial perfecta
Ahora que ya hemos establecido la temperatura, hablemos de la técnica. A continuación te explicamos cómo hacer que tu lavado facial sea una auténtica obra maestra del cuidado de la piel:
- Es importante acordarse de lavarse las manos antes de tocarse la cara. Antes de comenzar la limpieza, asegúrate de que tus manos esten bien limpias para minimizar la transferencia de gérmenes. Dedica al menos dos minutos a lavarte bien cada mano. Nuestras manos entran en contacto con muchos microbios a lo largo del día, lo que las convierte en una zona sensible de nuestro cuerpo.
- Lávate dos veces al día, pero no más. Limpiarse la cara es esencial, pero hacerlo en exceso puede eliminar aceites vitales y alterar la barrera protectora de la piel, preparando el terreno para diversos problemas.
- Utiliza un limpiador suave adecuado a tu tipo de cutis. Piel grasa, seca, sensible... ¡hay un limpiador para ti y se llama Face Reset! Elaborado con una suave fórmula en gel, este limpiador contiene ingredientes hidratantes y de origen natural que proporcionan una limpieza nutritiva.
- Aplica el limpiador sobre la piel húmeda y masajea suavemente con movimientos circulares. Tómatelo como un mini tratamiento facial, no como un exfoliante enérgico.
- Aclara con agua tibia (¡recuerda a Ricitos de Oro!) y seca el rostro con una toalla suave, sin frotar.
#JessBeautyTip: Aplica tu limpiador tanto en la cara como en el cuello. El cuello desempeña un papel crucial como sostén de la piel del rostro, ayudando a mantener su firmeza y belleza. Salpicar agua fría al final de la limpieza también puede ser una forma refrescante de cerrar los poros y estimular la circulación. Pero recuerda: que sea breve.
Ahora ya lo sabes. Lo mejor es dejar a un lado las duchas abrasadoras y los baños helados. A la hora de lavarte la cara, el agua tibia es tu pasaporte hacia una piel sana y feliz. Recuerda que la constancia es la clave, así que convierte este ritual de cuidado en parte de tu rutina diaria con los productos de Jess Beauty y verás cómo tu piel resplandece.
P.D. No te olvides de continuar con una crema hidratante adecuada para tu tipo de piel para fijar la hidratación y mantener tu cutis radiante. Nuestra Post Workout Gel Mask proporciona una mayor hidratación y nutrición para prevenir la sequedad de la piel, haciendo que tu rostro luzca más firme, brillante y limpio que nunca.¡Feliz limpieza!